viernes, 31 de agosto de 2007

Sin fin

Me despierto por la mañana y miro al techo. Al cabo de un rato, después de pensar en otras cosas, repaso sin querer todo lo que tengo que hacer durante el día. Descubro con horror que todo son obligaciones. Esta semana no hay tiempo para el ocio y cada día me cuesta más levantarme. Parece que no tiene fin. Pero aun así me animo pensando en que es temporal y que luego, cuando termine, me volveré a levantar cada mañana con una sonrisa.

Pensaba una vez más en lo cuesta arriba que se me hace no tener tiempo para dedicarlo a las cosas que me gustan. Estos días se vuelven interminables. No podría vivir sin la música, sin leer o escribir, sin tener tiempo para pensar o sencillamente para tener una de esas interminables charlas sobre todo o nada. Esas cosas que hacen que cada día merezca la pena.

Sólo queda tener un poco más de paciencia

domingo, 26 de agosto de 2007

Un caracol

Soy un caracol. Me muevo demasiado despacio en un mundo que se mueve muy deprisa y que me arrastra con él. Todo lo que hago lo hago con cuidado, sin prisa. A mi me gusta hacerlo así y acelerar supone el principio del estrés para mí.

Esto suponía un suplicio para mí en mi infancia en las clases de plástica. Yo dibujaba despacio, coloreaba lentamente, pegaba las cosas sin precipitarme... pero luego me daba cuenta de que todos los demás habían terminado, y casi siempre me tocaba quedarme un rato más o terminarlo en casa.

Actualmente este hecho me sigue trayendo complicaciones. Si lo sumo a mi terrible indecisión y miro hacia atrás en el tiempo me doy cuenta de que he perdido muy buenas oportunidades. A veces me quedo atrás sin poder evitarlo. He perdido mucho tiempo por no haberme dado prisa.

Pero también está, por supuesto, el lado positivo. Hace unos meses tomé una de las decisiones más importantes de mi vida, y los meses sucesivos han sido los meses más felices de mi vida. Eso se lo debo a otro caracol como yo. Y es que no fue una decisión repentina. Todo ocurrió cuando tenía que ocurrir. Fue poco a poco, y esta vez no me importó que fuese así, porque cada paso fue muy dulce.

Ahora, más que nunca, me alegro de ser un caracol.

lunes, 13 de agosto de 2007

Poco a poco

Ayer me contaron una historia.

Un hombre, en un pueblo, se paseaba todos los días con una bolsa. En ella llevaba siempre una o dos piedras. Todos los días.

Las cogía en el campo, de alguna casa derruida o del río.

Se pensaba de él que estaba loco porque además apenas hablaba con nadie. A nadie se le ocurrió pensar que tal vez sólo era un poco distinto a los demás, un poco excéntrico.

A los diez años, después de reunir todas las piedras necesarias, empezó a contruir una casa. Era grande, de piedra maciza, como él siempre la quiso.

Lo hizo poco a poco, no tenía prisa.

Hoy ese hombre vive en esa casa. Su casa.

domingo, 12 de agosto de 2007

Pérdida temporal

El miércoles viajé en avión e hice escala en Barcelona. Al llegar a mi destino una azafata nos dijo que algunas de las maletas no habían sido cambiadas de avión por problemas en el aeropuerto, asique hasta por la tarde, con suerte, no íbamos a poder tenerlas. Al final, me la devolvieron 36 horas después.

Después de poner la reclamación de equipaje perdido y mientras caminaba hacia la salida, me sentí como Edward Norton en "El club de la lucha". La cámara de fotos viaja siempre conmigo, pero todo lo demás, lo necesario para un viaje largo y lo que no lo es tanto, iba en la maleta. No me tengo por una persona especialmente materialista, pero estoy muy apegada a todo lo que tengo, por estúpido que sea. La sola idea de perder todo lo que iba en la dentro me dejó bloqueada.

No pude evitar pensar en la importancia que doy, y que damos, a cosas que no lo son tanto. En una sociedad como la nuestra las cosas materiales, especialmente las pertenencias propias, adquieren una importancia casi vital. Muchas otras cosas quedan relegadas a un segundo plano, aunque sean mucho más importantes.

Pensé en el Budismo, en lo dificil que es desprenderse de las cosas, lo terrible que es experimentar una pérdida y en cómo sería no recuperar nunca mi maleta.

Quizá me hubiese ayudado. Quizá me hubiese servido como aprendizaje personal.

Quizá, en parte, haya servido de algo, aunque al final la recuperase.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Gone


Me he ido. He dejado Madrid para ir a un lugar en el que me siento, por fin y de nuevo, más tranquila. Las razones por las que me siento así son varias. Una demasiado personal para contarla aquí. Las demás: haber olvidado cómo suena un claxon, las prisas y ese calor que ahoga; haber dejado de ver esa horrible franja grisácea en el horizonte y la gente malhumorada por tener que pasar el verano en una ciudad que muere en estos dos meses.

He aparcado mi vida durante unos días y respiro con alivio.

Estoy, además, cerca del mar. Paso el año pensando en lo agradable que sería tenerlo cerca.

Los días pasan rápido, pero cada uno de ellos me da nuevas energías.

Y este año, estos días de descanso son aun más dulces. Gracias.