domingo, 28 de octubre de 2007

Reencuentros


Cuando eres pequeño tus amigos juegan un papel muy importante en tu vida, en cómo eres y en cómo serás al crecer. Pasas mucho tiempo con ellos porque suelen ser de un entorno muy cercano. Exploras y descubres el mundo. Muchos, o todos, se quedan en el camino y pasan a formar parte de tu pasado. Otros nuevos vienen. Como todo, las amistades evolucionan.

Llega un momento en el que te das cuenta de que tu círculo de amigos íntimos es muy selecto, y de que ya no existe esa relación tan estrecha y quizá un poco dependiente de la adolescencia. La mayoría perduran como esos amigos a los que ves cada cierto tiempo, con los que nunca pierdes el contacto. Es entonces cuando te das cuenta de que son amigos de verdad, que están ahí si los necesitas y tu estarás ahí para ellos. Nunca se rompe ese vínculo especial y la complicidad siempre queda, esperando para cuando te vuelves a ver.

Son las amistades duraderas, atemporales.

Me encantan los reencuentros con este tipo de amigos. Cuando las agendas coinciden vas a tomar algo o preparas una cena. Te pones al día, charlas, haces fotos y ríes durante horas. Sus llamadas son siempre inesperadas y acompañadas de ese: "me estaba acordando de ti" que siempre te saca una sonrisa.

Una vez oí: "The real friendship never dies". Y es cierto.

martes, 23 de octubre de 2007

Utopia

Me he levantado y he mirado por la ventana. El día era gris. Me gustan los días lluviosos, pero hoy su color me ha arrastrado con él. He empezado el día desganada, sin fuerzas. Los martes no son mi día.

Se me han acumulado un torbellino de ideas. Puro pesimismo.

Hoy la tristeza se ha sentado a mi lado y me ha dicho que se iba a quedar un rato conmigo. No la reprocho nada, me ha hecho compañía.

Cumplo mis obligaciones como puedo y me llevo nuevas desilusiones y nuevos problemas hacen acto de presencia. Pero aguanto.

Pienso en lo inútil que es hacer planes, pensar cómo va a ser la vida si no sabes lo que puede pasar mañana. Pero aun así me doy cuenta de que no puedo vivir sin ellos.

Sin embargo en algún momento he visto una pequeña luz. Era una idea. Me he puesto delante de una hoja de papel en blanco. Escribiré todo lo que no me gusta de nuestro mundo, pero sin mirar nunca el principio de la lista hasta que no crea que haya terminado. Será liberador, y será el principio de algo. Inventaré mi propio mundo, escribiré mi propia "Utopia", con el permiso del señor Tomás Moro. Es algo así como un proyecto, a largo plazo.

Puede que no sirva para nada, o que no sirva para nadie más que para mí. Ya veremos. Hoy me ha parecido la única respuesta, una vía de escape.

lunes, 22 de octubre de 2007

El Madrid que se despereza

Quedé con una amiga a primera hora de la mañana en el centro. Esperé, como siempre, con una paciencia estoica durante más de una hora. Es una persona ciertamente impuntual.

Pero ese día me dio igual. Fuí a un "Dunkin Donuts" a comerme un "Dunkin Duo", todo muy yankee, y me senté a esperar, no me quedaba otro remedio. Y entonces descubrí algo en lo que nunca había caído: me gusta Madrid por las mañanas.

Las calles más céntricas están casi desiertas y sólo se ve a algunas personas andando a toda prisa y algunos camiones de reparto, antes de que las tiendas abran. No hay turistas, no hay gente con bolsas, no hay ruido de claxons ni policía. Sólo las calles con los primeros transeuntes. Esas personas que pasan deprisa, que pasan bostezando, que pasan frotándose los ojos por el sueño, que pasan mirando con cara circunspecta buscando alguna calle. Y cada vez hay más.

Estuve una hora allí sin hacer nada más que mirar. Me dio la curiosa sensación de que la ciudad se estaba despertando, se desperezaba poco a poco y se preparaba para un nuevo día. Uno de esos días de ese caos ordenado que se respira en Madrid.

Era como si un gigante se estuviese levantando.

Hay muchas cosas que no me gustan de Madrid, me agobia. Hay otras tantas que me encantan. Pero definitavamente me gusta por las mañanas.

Mi amiga llegó con mil disculpas, y cuando le dije el motivo por el que aquel día no me había importado esperar, se paró, me miró con su cara de "qué le vamos a hacer" y me dijo: "Eres un poco rara". No esperaba menos.

lunes, 15 de octubre de 2007

Curso nuevo, vida nueva

Estos días he estado un poco alejada de todo debido a que el nuevo curso ha comenzado y con ello la inevitable vorágine. Días lárguisimos, interminables, con pausas breves para un más que merecido descanso, y vuelta a empezar. Por suerte esto sólo ocurre los primeros días. Después comienza la rutina, todo se asienta y encontramos la mejor manera de llevar los días entre semana.

A estas alturas de mi vida empiezo a pensar que nunca dejaré de estudiar. Me gusta aprender cosas, ampliar conocimientos; y pese a que soy tremendamente tímida y lo de ir a clase cuesta, estoy enganchada. Este año puede que un poco menos, pero en general espero con ganas el comienzo del curso. Para mí, es el principio del año.

El día 1 de Enero yo no repaso mi lista de propósitos de enmienda. Lo hago en Octubre. Pienso en las cosas que el curso pasado no fueron bien, en el trabajo, en los estudios y en mi vida personal, y me propongo cambiarlo. El verano sigue siendo un época de transición entre dos cursos donde todo puede ocurrir. Después, en otoño, todo va volviendo a la normalidad.

Este año no ha sido para menos. Doy clases y las recibo, asique un año más me propongo ser mejor alumna, más organizada y no dejarlo todo para el último día, entre otras muchas cosas. Como profe, algo parecido. El año pasado me gustó mucho la sensación de haber ayudado a aprender y a avanzar, y este año me esfuerzo por hacerlo mejor.

En el curso anterior cumplí muchos de mis propósitos y el año no pudo empezar mejor. Veremos qué tal este. De momento, lo afronto con ilusión.