miércoles, 13 de febrero de 2008

Etiquetas

Cuando era pequeña, y según iba aprendiendo palabras nuevas, yo me inventaba otras. Lo hacía cuando no me gustaban las que todo el mundo usaba. Sabía que esto no era bien visto, que no me entenderían si las usaba y que sería un esfuerzo demasiado grande enseñarles mis palabras, así que sólo las usaba en mi cabeza.

Supongo que no podemos evitar ponerle nombre a todo, para referirnos a ello de alguna manera, y para hacer que los demás nos entiendan. Todo está catalogado, clasificado y limitado. Lo malo de esto es que los límites que yo establezco no tienen por qué ser los mismos para todos, y de hecho no lo son. Lo aceptable para mí puede ser lo inaceptable para tí. Y aquí viene la en ocasiones inaguantable ironía: si las catalogaciones nos hacen sufrir pero no las podemos evitar, ¿qué hacemos?

Es un punto de vista un poco extremista, pero todos nos hemos sentido alguna vez incomprendidos o malinterpretados, o creemos tener la razón y lo sentimos como tal, aunque todo el mundo nos lleve la contraria. El lenguaje ayuda a entendernos, pero también a no entendernos. No es del todo eficaz.

Será por eso que siempre buscamos gente parecida a nosotros, y nos sentimos mejor así. Es más fácil entenderse cuando no hacen falta las palabras, cuando con una mirada sabes lo que la otra persona piensa.

Me encanta cuando no existen silencios incómodos, ni etiquetas, ni límites ni catalogaciones. Me encanta cuando sobran las palabras.

5 comentarios:

ayco dijo...

Tienes razón pero son tan pocos esos momentos que debemos atesorarlos...

ines dijo...

Sí, la verdad es que es muy satisfactorio rodearte de gente con la que tienes complicidad, amistad... y en la que no es necesario el lenguaje y que con una simple mirada te entiendes.
Poder estar-ser-actuar sin ataduras, sin compromisos,sin tabús...
Un saludo!

Hematie dijo...

Rayco, sí son pocos los momentos, y aun menos las personas con las que se pueden compartir.

Inés, eso es lo que me gusta, poder ser yo lo máximo posible con alguien sin ningún tipo de censuras, comentarios o miradas raras. Es difícil atreverse a ser uno mismo, y las etiquetas de los demás no ayudan.

Jaqme dijo...

Però el mateix ocorre amb conceptes com el bé i el mal?
I si les paraules no es corresponen amb les coses?
I si se deixa la ment en blanc i ens oblidam de les etiquetes i les definicions?
I si les coses realment no tenen nom?

M'agrada es zen.

Hematie dijo...

Las cosas, de hecho, no tienen nombre, se lo ponemos nosotros. No hay bien ni mal, ni lo uno sin lo otro, y las palabras para mí no se suelen corresponder con las cosas. Y puede que sea así, o puede que no...

A mí también me gusta el Zen. Creo que se nota ya a la legua que estoy leyendo "El camino del Zen". Es la primera de muchas lecturas que van a venir detrás, estoy segura. Y es cierto, es un libro que cambia la vida, o al menos la perspectiva. Llevo ya meses con él, lo leo y lo releo. También sospecho que seré muy recurrente con estas cosas :)