domingo, 31 de agosto de 2008

Pandora

Cuando tenía unos nueve años uno de mis hermanos me compró un libro de cuentos de Gianni Rodari. Hubo uno que me hizo pensar mucho. Se llama "Jaime de Cristal". Era la historia de un niño que nació transparente. Era como de cristal, pero no se rompía. Se podía ver cómo latía su corazón y se podían ver sus pensamientos. Eso quería decir que no podía decir mentiras ni guardar secretos. La gente sabía la respuesta a lo que le preguntaban antes de que contestase y todo el mundo se volvía amable a su lado. El cuento termina diciendo que la verdad puede ser tan luminosa como el día y tan terrible como un huracán.

Ya por aquel entonces aquel cuento me chocó. Intenté imaginar qué pasaría si yo fuese de cristal. No me gustó nada la idea. Prefería las cosas como estaban, y la sola idea de ser transparente me parecía horrible.

A veces pienso que todos tenemos una caja de Pandora. En ella guardamos cosas que hemos hecho, visto, sentido o vivido y que no le diríamos a nadie. Esa idea me parece tan fascinante como inquietante. Todos tenemos secretos, cosas que no le contaríamos nunca a nadie.

Hace casi cuatro semanas que abrí mi caja de Pandora. De ella salió un secreto, el más oscuro de los que tengo. Era un secreto que me estaba haciendo mucho daño. Era el motivo por el cual me horrorizaba ser transparente y que los demás se enterasen. Ese secreto ya llevaba en mi cajita desde antes de leer el cuento. Para cuando lo leí empezaba a darme cuenta de que contarlo podía acarrear terribles consecuencias.

Me pregunto inevitablemente cómo habría sido mi vida si no lo hubiese guardado. Siempre deshecho la pregunta rápidamente, no tiene ningún sentido a estas alturas.

A veces no tiene importancia guardar ciertos secretos. Otras veces, sin embargo, no se debería. En ocaciones es difícil decidir qué secretos debemos guardar y cuales sería mejor contar. Supongo que intentamos hacerlo lo mejor posible, pero no siempre se consigue.

martes, 19 de agosto de 2008

De vuelta

Es la primera vez que paso más de un mes sin escribir. Hace ya tres semanas que estoy de vacaciones y supongo que al final me he tomado vacaciones de todo. Sin darme cuenta he ido desconectando y sin querer también he desconectado del blog. Me ha venido bien la desconexión total.

Estuve en la isla. Vaciones y reencuentros, no podía pedir más. Al volver siempre me dicen: "vienes distinta". No saben cuanto.

Volví a Madrid y me volví a ir para empezar una segunda etapa de vaciones. Es una etapa más fría en todos los sentidos, pero siempre me ha dado la sensación de que el frío del norte es cálido, se deja llevar.

Y ahora, de repente, me apetece escribir a todas horas. Señal inequívoca de que he descansado lo suficiente y de que he recargado las pilas. Además vuelvo con una novedad: una cuenta Twitter. No sé yo si durará, pero por el momento probaré.