jueves, 31 de enero de 2008

Evitándolo


"Celui que rame dans le sens du courant fait rire le crocodrile".
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El que rema a favor de la corriente hace reír al cocodrilo"

(Proverbio africano)

sábado, 26 de enero de 2008

Sorpresas

Cuando nos levantamos de la cama cada día no tenemos ni idea de qué es lo que va a pasar. Hay días en los que todo es rutina y no hay nada que pudíesemos remarcar. Pero otras veces el día nos depara sorpresas. Llegan en forma de cambios, buenos o malos, de mayor o menor repercusión, dependiendo del punto de vista de cada uno. Puede que conozcas a alguien, puede que te propogan algo nuevo, puede que te despidan o que te toque la lotería. Puede que sea el último día de tu vida o el primero del resto de ella.

Definitivamente hay cosas que nunca se esperan cuando uno se despierta. Yo no esperaba que el domingo pasado un energúmeno me diese un golpe accidental más que interesante con la cuchilla de su patín en la pista de hielo, en lo que iba a ser una tarde de diversión. Cuando me desperté el lunes por la mañana no esperaba no poder apoyar el pie en el suelo por el dolor del golpe, ni que iba a tener que pasar más de cinco horas en urgencias, ni que me iban a decir que tenía microrroturas fibrilares y que iba a tener que pasar unos cuantos días de reposo.

No esperaba recibir cierto e-mail el martes que haría que el miércoles resolviese un sueño indescifrable para mí que llevaba más de dos meses dando vueltas en mi cabeza.

O tampoco esperaba que el día que me levanté para empezar una carrera que nunca terminé iba a ser el principio de muchos cambios, siempre buenos.

No esperas esas llamadas que te dirán que no volverás a ver a alguien, ni los problemas que aun no lo son, ni que se te rompa el coche.

Pero tampoco esperas las buenas noticias, ni las llamadas a destiempo, ni los detalles. Esas cosas que alegran la vida.

Me gusta pensar en ello. Los cambios nos son extraños y vemos la vida como un camino misterioso. Fluye, crece, cambia y avanza sin que nosotros nos demos cuenta. Nunca sabes dónde va a parar. Últimamente, al abrir los ojos por la mañana siento curiosidad por saber qué pasará.

A veces queda la sensación de que ese día hubiese sido mejor no levantarse de la cama, pero siempre pienso en que aun así hay muchos otros que merecen la pena.

Y es que nunca se sabe.

miércoles, 23 de enero de 2008

La ardilla

Érase una vez una ardilla que vivía en un frondoso bosque. Había nacido allí, se había críado allí y seguiría allí día tras día. Con el tiempo había aprendido a conocerlo. Conocía todos los rincones, palmo a palmo. Sabía dónde encontrar agua, dónde encontrar comida y dónde estaban las demás ardillas. Le había costado mucho al principio, porque el bosque era grande y con muchos árboles, pero con el tiempo había descubierto todos sus rincones.

Un buen día, al despertarse, vio que todo había cambiado. Los días anteriores había estado muy ocupada royendo todas las bellotas que había recogido, pero no recordaba haber visto nada extraño. De repente ya no estaba en su bosque, estaba en uno distinto. Todo había cambiado, nada estaba dónde debía estar. Se asustó y empezó a llamar a las demás ardillas. Nadie sabía de qué hablaba, todos coincidían en que ellas no habían notado ningún cambio.

Pero ella lo veía todo muy claro, aquel no era su bosque. No sabía por qué había cambiado todo tanto y lo peor de todo, no sabía cómo hacer para que los árboles, las rocas, el río y todo lo demás volviese a estar cómo antes.

Vagó por aquellos árboles desconocidos durante semanas, perdida, mientras todas las demás intentaban ayudarla. Pero no veía la solución.

Pasaba el tiempo y nada volvía a la normalidad, asique se dio cuenta de que debía empezar a acostumbrarse a su nueva casa. Poco a poco fue memorizándolo todo de nuevo, una terrible tarea. Aprendió todo lo que debía saber para sobrevivir con ayuda de las demás, y más o menos recuperó cierta normalidad de la perdida. Los días comenzaron a ser apacibles de nuevo y siguió con su vida.

Aun así, algo quedaba dentro de ella. Siempre esa sensación. Puede que fuese el anhelo y la esperanza de que tal vez algún día las cosas fuesen como antes y pudiese volver al bosque en el que antes había vivido. Su bosque.

sábado, 19 de enero de 2008

La señora del carrito

Todos los jueves hago el mismo recorrido entre las 15:05 y las 15:10. Salgo de mi casa, subo una cuesta y cuando paso por un pequeño callejón, antes de seguir mi camino, ralentizo el paso y miro hacia la izquierda.

Siempre la veo. Lleva el pelo recogido en una coleta y gafas. Debe haber pasado ya los cicuenta. Tiene un carrito de la compra apoyado en la pared, con la tapa abierta. Siempre a la misma hora y siempre en el mismo sitio. No puedo evitar una sonrisa al verla.

Dentro del carro lleva comida. Se la pone a los gatos del barrio. Mientras saca el pienso, la leche y algunas sobras les llama. Ellos van acudiendo poco a poco. Algunos se frotan contra sus piernas y ella habla con ellos.

Me encanta verla. Puntual como un reloj. No importa el tiempo que haga. Si llueve, por ejemplo, lleva paraguas.

Puede que les deje comida todos los días de la semana, o puede que no. No lo sé y no me interesa saberlo. Seguro que su acción es muy criticada por los vecinos, pero tampoco eso me interesa, y a ella parece que tampoco.

Lo único que me interesa saber es que esos gatitos no morirán de hambre y que el próximo jueves la veré, siempre a la misma hora y siempre en el mismo sitio.

miércoles, 16 de enero de 2008

Mundo onírico


Hay temporadas en las que tengo unas pesadillas terribles cada noche. Solía pensar que coincidían con épocas de estrés, pero en los últimos tres años las tengo incluso cuando más relajada estoy.

Me levanto con una sensación terrible de angustia, como si aún estuviese soñando. Tienen que pasar varias horas hasta que vuelvo a la normalidad. Cuando me despierto procuro contarlas, porque eso ayuda.

Empezaba a controlarme bastante y llevaba unas semanas muy buenas, pero llevo tres días malos. Algunas sé por qué las tengo, reflejan miedos o angustias. A otras, sin embargo, no hay manera de darles explicación.

Hoy, después de tener una terrible que ha durado mucho tiempo me he ido a correr. Lo que sea con tal de sacarlas fuera. Incluso escribir ahora aquí, sin contar lo que he soñado, me viene bien.

Un amigo me dijo hace poco que debería escribir obras de teatro con ellas. Tengo una en mente. Las demás, las más atroces y que no me atrevo casi ni a contar están escritas en mi diario. Intento hacer un buen uso de ellas mientras procuro aprender a controlarlas. Ya que las tengo, que sirvan de algo.

jueves, 10 de enero de 2008

Saber o no saber

Hace unos días iba en coche. Yo no conducía, iba mirando por la ventanilla. Algo que se movía llamó mi atención. Era una liebre. Nunca había visto una durante tanto tiempo ni tan cerca. Era grande, de color canela, con las orejas hacia arriba. Corría a una velocidad increible, en una única dirección, sin titubear.

Doscientos metros después, detrás de una colina, había un grupo de cazadores con su galgos. Ellos llevaban prismáticos y los galgos esperaban, dispuestos a salir corriendo.

La liebre, sin saberlo, corría hacia a ellos. Su destino era más que cierto.

Horas después visitaba a una amiga en su casa. Su madre sufre una enfermedad degenerativa e incurable desde hace varios años. Era una persona muy activa, nunca paraba quieta. Yo la recuerdo limpiando, cocinando, montando en bici, nadando o hablando de sus clases de aerobic. No tengo ninguna imagen de ella sentada sin hacer nada.

Un día le empezó a fallar una rodilla, y después ambas piernas. Es entonces cuando le diagnosticaron la enfermedad. Con el paso del tiempo ha ido perdiendo movilidad. Ahora ya sólo puede mover el cuello un poco, y no se puede parar su avance.

Morir inesperadamente, sin sufrimiendo ante el deterioro pero probablemente con todo a medias, o morir poco a poco sabiendo que el final se acerca, con tiempo para no dejar ciertas cosas sin hacer.

Nunca sabes lo que te va a tocar. Nunca se sabe lo que hay a la vuelta de la esquina o detrás de una colina.

La incertidumbre agobia, pero también ayuda a plantearse las cosas de otra manera.