miércoles, 23 de enero de 2008

La ardilla

Érase una vez una ardilla que vivía en un frondoso bosque. Había nacido allí, se había críado allí y seguiría allí día tras día. Con el tiempo había aprendido a conocerlo. Conocía todos los rincones, palmo a palmo. Sabía dónde encontrar agua, dónde encontrar comida y dónde estaban las demás ardillas. Le había costado mucho al principio, porque el bosque era grande y con muchos árboles, pero con el tiempo había descubierto todos sus rincones.

Un buen día, al despertarse, vio que todo había cambiado. Los días anteriores había estado muy ocupada royendo todas las bellotas que había recogido, pero no recordaba haber visto nada extraño. De repente ya no estaba en su bosque, estaba en uno distinto. Todo había cambiado, nada estaba dónde debía estar. Se asustó y empezó a llamar a las demás ardillas. Nadie sabía de qué hablaba, todos coincidían en que ellas no habían notado ningún cambio.

Pero ella lo veía todo muy claro, aquel no era su bosque. No sabía por qué había cambiado todo tanto y lo peor de todo, no sabía cómo hacer para que los árboles, las rocas, el río y todo lo demás volviese a estar cómo antes.

Vagó por aquellos árboles desconocidos durante semanas, perdida, mientras todas las demás intentaban ayudarla. Pero no veía la solución.

Pasaba el tiempo y nada volvía a la normalidad, asique se dio cuenta de que debía empezar a acostumbrarse a su nueva casa. Poco a poco fue memorizándolo todo de nuevo, una terrible tarea. Aprendió todo lo que debía saber para sobrevivir con ayuda de las demás, y más o menos recuperó cierta normalidad de la perdida. Los días comenzaron a ser apacibles de nuevo y siguió con su vida.

Aun así, algo quedaba dentro de ella. Siempre esa sensación. Puede que fuese el anhelo y la esperanza de que tal vez algún día las cosas fuesen como antes y pudiese volver al bosque en el que antes había vivido. Su bosque.

No hay comentarios: