sábado, 19 de enero de 2008

La señora del carrito

Todos los jueves hago el mismo recorrido entre las 15:05 y las 15:10. Salgo de mi casa, subo una cuesta y cuando paso por un pequeño callejón, antes de seguir mi camino, ralentizo el paso y miro hacia la izquierda.

Siempre la veo. Lleva el pelo recogido en una coleta y gafas. Debe haber pasado ya los cicuenta. Tiene un carrito de la compra apoyado en la pared, con la tapa abierta. Siempre a la misma hora y siempre en el mismo sitio. No puedo evitar una sonrisa al verla.

Dentro del carro lleva comida. Se la pone a los gatos del barrio. Mientras saca el pienso, la leche y algunas sobras les llama. Ellos van acudiendo poco a poco. Algunos se frotan contra sus piernas y ella habla con ellos.

Me encanta verla. Puntual como un reloj. No importa el tiempo que haga. Si llueve, por ejemplo, lleva paraguas.

Puede que les deje comida todos los días de la semana, o puede que no. No lo sé y no me interesa saberlo. Seguro que su acción es muy criticada por los vecinos, pero tampoco eso me interesa, y a ella parece que tampoco.

Lo único que me interesa saber es que esos gatitos no morirán de hambre y que el próximo jueves la veré, siempre a la misma hora y siempre en el mismo sitio.

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