Hay caminos más largos y más cortos. Los hay llanos y abruptos, visibles o escondidos. Los hay accesibles, inaccesibles, con una entrada fácil o con una que pasas sin darte cuenta. Sólo con el tiempo te das cuenta de que habías elegido ese camino. Puede que sea un camino bonito, uno apropiado. Si no lo es, salir de él puede ser difícil. Dependerá del tiempo que lleves caminando.
En diciembre empecé a leer "El camino del Zen." Hace unas semanas llegué a las últimas páginas, pero no puedo decir que haya terminado de leerlo. Lo leo y lo releo. Es un libro sin fin. Es un camino que me ha llevado a otro, uno diferente, nuevo y totalmente distinto. Tiene muchas bifurcaciones y he empezado a pasear por algunas de ellas. Es casi un mundo distinto, con otra perspectiva.
Ayer por la mañana bajé a la calle. Me crucé con un vecino, me saludó con una sonrisa y me sujetó la puerta. Fuí a la farmacia y me atendió mi farmaceútica favorita. Hacía una día precioso, ni frío ni calor. Eso me llevó a pensar en que hay muchos colores en los caminos. Unos más claros y otros más oscuros, y que nuestro camino no es nunca del mismo color, va cambiando.
Hay caminos con fin y otros sin él. Todos son buenos y malos. Está bien cambiar de perspectiva. Y está bien seguir caminando.
Después de todo, "caminando se hace el caminito".